martes, 29 de enero de 2013

MIS MIEDOS Y SENTIMIENTOS DE CULPA.


 MIS MIEDOS:

Tengo miedo a la soledad,a la oscuridad,a que no me quieran,al rechazo,a la in movilización a la agresividad, miedo a que me miren a sentirme observada a que me fijen la mirada,a mirar a los ojos,miedo a disfrutar,miedo a ser feliz,miedo al abandono,miedo a querer,miedo a sentir,miedo a confiar,miedo al deseo sexual,miedo a llamar la atención,a no estar a la altura,parecer tonta,miedo al alcohol,a las drogas, miedo a ser yo misma,miedo a ser feliz,miedo a los olores fuertes,miedo al vació miedo  a las personas  que me imponen superioridad(jefes,doctores, profesores, párrocos etc),miedo a que me toquen por detrás o me sorprendan,miedo al sexo,miedo a los ruidos fuertes,miedo a que me susurren,lo peor de todo es la sensación de miedo constante,terror continuo,miedo la descontrol,miedo a llamar la atención,miedo a decir que no,miedo a vivir,creo que no tenemos peor enemigo que nosotros mismos.

Yo siento muchísimo miedo,incluso terror,tengo miedo a mi fragilidad,a romperme o que me rompan,….curiosamente no me da miedo el dolor,lo digo por que en mi vida normal juego mucho con el tratando de controlarlo y se me da bien separarlo de mi,es automático la des cohesión supongo que es por miedo a sentirlo,me da miedo la traición el desamor pero también el amor,la intimidad,el acercamiento,el susurro… también hay palabras que tienen mucho poder, confía, tranquila,eres mía,y bueno,esta claro que me escapo con la acción soy especialista en huir del miedo y curiosamente la gente que no me conoce bien piensa que soy muy poco miedosa…si realmente supieran de todas mis paranoias….Me asustan mucho  las manos y curiosamente poca gente o apenas nadie lo sabe,por que cuando una mano se acercase a mi tengo un don especial para cogerla y acariciarla y transformar mi miedo en sabe dios que cosa….creo que mi capacidad de adaptación ha hecho que poca gente sepa de todos mis miedos por que en vez de esconderme me hacen ir hacia delante y superarlos aunque siguen siendo miedos.

                                     SENTIMIENTO DE CULPA:

Bueno creo que de las cosas que me hacen sentir mas culpable tiene que ver con haber sentido placer de niña…creo que una de las cosas que me impide ahora disfrutar tiene que ver con eso…si disfruto soy una puta,como tantas veces escuche decir……pero mi cuerpo siente y ha sentido placer es muy sensible al tacto,sobre todo mi piel y fundamentalmente mi espalda si me dejo llevar por el placer escucho esas palabras que tanto daño me hacían .ni podía escaparme de lo que me pasaba,el era mas fuerte que yo y yo le pertenecía podían hacer conmigo lo que quisieran y me lo demostraron en muchas ocasiones,ni podía dejarme disfrutar…porque entonces era una guarra,una puta, y hacia lo que hacia por que yo lo estaba buscando,que hacer para no sentirme  ya culpable.

Me cuesta mucho escribir por que tengo la herida a flor de piel….No te sientas culpable pues solo eras una niña y tu cuerpo sentía placer  porque no es un delito y por que  gracias a Dios estabas viva y todavía es menos delito sentir placer de adulta….me cuesta mucho disfrutar porque me siento sucia…pero estoy  intentando aprender a valorarme,cuidarme y quererme y en ese aprendizaje estoy aprendiendo a disfrutar,no se si algún día lo lograre pero eso espero.
Se que no puedo dejar que me venzan,soy muy peleona pero la culpa sigue estando dentro de mi…es como una losa que me pesa y no se va nunca,el sentimiento de ser mala de estar sucia esta muy dentro de mi,me hace daño no se como quitármelo no es fácil para mi quitarlo,cambiar en mi vida cotidiana doy muy bien el pego,la gente que me rodea no sabe de este sentimiento mio de sentirme diferente, estaña, mostruosa. La culpa cuando alguien se acerca a mi y toca mi piel me quema,me aparto,si sigue mas rato me doy cuenta de que me gusta y comienzo a sentir angustia y malestar y tengo que hacer algo para evitar la culpa,a si que me auto agredo y me calmo un poco,pero no puedo resistir mucho que me toquen,porque me gusta demasiado y no puedo con ello,disfrutar del tacto,cada vez tengo mas claro que soy un ser muy sensitivo…pero me culpo por ello…..mi boca esta muerta,mis genitales dormidos…ellos no sienten nada de placer…pero mi piel…ella puede llevarme a los paraísos mas coloridos,mas luminosos y bellos,a si que me castigo  por sentir,por ser una puta,por ser una guarra,por desear que me toquen,por desear sentir placer…quiero cambiar esto por que seguir así es darle la razón darles poder a las personas que me hicieron daño durante tantos años,que usaron mi cuerpo para su provecho dejándome a mi con la sensación de que soy mala y sucia…pero escribirlo y decírmelo no sirve para cambiarlo….Quiero poder jugar con mis sentidos,abrirme totalmente al placer que puedan sentir,dejarme jugar con la sexualidad y la caricia sin tener que pagar por ello después….ya puedo hacerlo cuando soy yo la que acaricia,la que juega con el cuerpo tranquilo de la otra persona pero no puedo tocar con naturalidad mi cuerpo ni dejar que la otra persona lo toque….sin que ella toque mi cuerpo,pero quiero mas,quiero todo,quiero recuperar mi cuerpo,recuperar toda mi sensibilidad,quiero dejarme acariciar y sentir esa caricia,retorcerse de placer, y expresar su placer sin sentir miedo,temor,ni suciedad ni culpabilidad…Quiero sentir  y sentirme bien por ello…quiero recuperar mi pureza,mi inocencia,quiero ser libre de ese pasado doloroso y traicioneropido mucho….se que tengo derecho a ello,alguien me lo ha robado y quiero recuperar lo ¿como se puede hacer eso? Como se puede luchar con la culpa,con la suciedad,con la maldad.

Se que puedo,no quiero asustarme,no quiero que el pánico no me domine ante determinados movimientos,a que me hagan daño,quiero no necesitar volarme porque se pone sobre mi,quiero sentir mi boca sin asco,sin suciedad,sin vómitos quiero poder disfrutar de mi piel sin miramientos.

QUIERO DEJAR DE SOBREVIVIR PARA EMPEZAR A VIVIR.

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lunes, 28 de enero de 2013

Era tan solo una niña.


Una niña que siempre estaba triste y con la mirada apagada, en el colegio siempre estaba sola, no le gustaban los juegos de niñas y solo jugaba con sus compañeros cuando había el campeonato de fútbol sala al que ningún año faltaba pero la tristeza de esta niña no era normal era porque tenía un gran secreto que tenía que guardar, porque si no su PADRE le haría daño a su MADRE pero sobre todo a su HERMANITA PEQUEÑA y eso ella no podía permitirlo además esa pequeña muchas veces lloraba a escondidas en el colegio, o en la piscina, o en los entrenamientos de fútbol pero nunca nadie se dio cuenta o quiso darse cuenta, muchas veces comía en el comedor del colegio y en vez de comer escondía la comida y luego la tiraba, o simplemente la comía por que no podía librarse y luego iba al lavabo y vomitaba, era una niña muy asustadiza y muy torpe le decían por que siempre tenía algún brazo o alguna pierna rota pero jamás nadie le pregunto a esa niña que era lo que la pasaba, muchas veces se mareaba, tenía la mirada perdida, se quedaba inmóvil durante muchísimo tiempo sin responder a ningún tipo de estímulo y nadie se preocupaba por ella, esa niña era la rara, la estupidez empollona, la que mejor leía e escribía en clase, pero la que nadie sabía por que siempre estaba sola y siempre tenía ojeras o los ojos hinchados y siempre llevaba gafas oscuras.
Un día como muchas otras veces esta niña se marea se encuentra mal y decide ir a la farmacia y tomarse la tensión le dicen que la tiene baja y que se tome una coca cola entonces pide un predictor y se lo compra pues hacia un mes que no tenía la regla recoge a su hermana de la guardería como siempre, llega a casa hace la cena acuesta a sus abuelos y a su hermana y va al lavabo a hacerse la prueba por suerte hoy sus padres no están en casa y sorpresa POSITIVO.
MIEDO TERROR PÁNICO.
Yo no le puedo decir esto a mi padre por que me busca un novio que no tengo, me mata me obliga a casarme que hago a donde voy.
Al día siguiente cogió a su hermana para ir a la guardería la llevo y ella  en teoría tendría que ir al instituto pero hizo pellas por el camino encontró un cartel en el que se busca personal para trabajar en la hostelería en Andorra, buen sueldo y vivienda, entro y pregunto lo que se necesitaba le dicen que al ser menor necesitaba la autorización de sus padres, sale de allí y dice que leches hago para que mi padre me deje irme por que si lo denuncio aquí en el pueblo no va servir de mucho, al final decide ir al juez del pueblo que era tío de su padre y denunciarlo, más que nada para asustarlo porque sabía que no iba a servir de nada, fue le atendió y le dijo mire usted sabe que mi padre me pega y lo permite pero yo ya me he cansado así que he conseguido trabajo y quiero mi emancipación legal ahora mismo por que sino me voy a otro sitio y cuento esto y lo demás así que ustedes sabrán haya y si se lo va decir a mi padre dígale de paso que a la pequeña me la llevo conmigo eso o nada; A los 10 minutos tenia firmados la mayoría de edad y la renuncia total y su cesión a su nombre de la custodia de su hermana pequeña, por suerte y la generosidad de su padre  disponía de una cantidad de dinero bastante grande en aquel momento como para poder pagar dos años completos de internado en Madrid y ella poder irse tranquila a trabajar a Andorra, cuando cumplió los 18 años decidió entrar en el ejército, allí estuvo 6 años,6 años en lo que aprendió y vivió muchísimas cosas.
Hace cuatro años estallo lo del juicio y los ASÍS empezaron a ser un problema real en su vida, aunque siempre había tenido miedos y fobias pero que jamás había relacionado con los ASÍS   en estos cuatro años han vivido de todo momentos buenos malos regulares, han pasado el juicio ha decidido por fin enfrentarme ya de una vez y en serio a la ANOREXIA Y LA BULIMIA.

Anímica-mente este es uno de sus peores momentos, tiene una nula autoestima, se siente muy mal consigo misma, siente que es un fracaso y un estorbo y que no merece vivir, siente que ha sido muy dura con su familia y que quizá he exagerado y que no ha sido para tanto y que están en prisión por su culpa, se  siente mala persona,sucia,culpable,ultrajada, vacía  ,abandonada,sola,inútil,fea,gorda,que si no tiene sexo no la van a querer,que la gente va conmigo para hacerme daño,que todo el mundo es malo.
Así es como me he sentido de niña y así es como me siento ahora, pare mentira pero me siento prácticamente igual con la diferencia de que en aquel momento tenía 16 años y ahora tengo 28 y ya es hora de asuma mis problemas y los afronte de una vez.
Este texto lo escribí hace unos años,pero por una nueva situación que he tenido que vivir y que voy a tener que afrontar vuelvo a sentirme igual que entonces,sucia,culpable, vacía y un despojo humano me asusta el presente y el futuro,se que pasara pero ahora mismo estoy tan tan baja y mal que lo único que quiero es terminar con todo esto y dejar de sufrir,estoy agotada.Siento que nada de lo que he echo hasta  ahora ha servido para nada entonces por que tanto dolor y sufrimiento tantas cosas perdidas si al final todo va a la basura......

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A VECES PASA A MI ME PASA


Pasa que cuando tienes días malos simplemente quieres escapar de todo; quieres huir y no sabes a dónde; quieres hablar con alguien, tal vez gritar;  pero no tienes quien te escuche.
Algunos te hablan pero no puedes oír; sientes que no hay nada bien;  que no hay nada mal;
sientes que las horas pasan y no sabes cuanto tiempo pasó ya…  simplemente no encajas en este mundo ni en este momento; Y llamas a alguien y quieres escuchar cosas,solo para sentirte peor de lo que ya estás; y ves una película (de esas que te hacen llorar) porque necesitas un pretexto absurdo para hacerlo;una excusa que te permita desahogarte.

No sabes que tienes, simplemente te sientes mal;y piensas en tu vida;en lo que te ha pasado y te ha marcado; y crees que actuaste mal en algún momento, te arrepientes de cosas que ya no valen la pena, crees que si hubieras tomado una decisión distinta en algún momento distinto las cosas también hubiesen sido distintas.

Quieres culpar a la vida porque sientes que nada es tuyo, que perdiste, que en este momento no hay nada que te haga sentir bien; pero te preguntas quien tuvo la culpa y, peor aún, culpa de qué. Miras a tu alrededor y te preguntas dónde puedes encajar y no encuentras un lugar donde estar, ves que todos están bien, que la gente puede ser feliz y te preguntas porqué tu no puedes serlo también.

Necesitas estar sola pero te molesta no tener a nadie a tu lado, piensas que sería mejor salir pero decides abrazar a tu almohada y convertirla en tu mejor amiga, total ella no te dirá que todo estará bien, porque eso es lo último que en este momento necesitas oír.Porque pasa que a veces te sientes mal sin razón alguna, porque se acumulan los sentimientos, las penas y decepciones, porque llega un momento en que miras a tu alrededor y sientes que no sabes a dónde ir, sientes que quieres algo distinto, algo que tal vez tuviste y perdiste, o algo que jamás tuviste pero que ahora necesitas tener.

Y las lágrimas brotan sin necesidad de alguna pena, es inevitable, simplemente necesitas llorar y no entiendes porqué, te ahogas en ti misma y quieres seguir haciéndolo, porque sientes que necesitas hacerlo, porque estás sola, porque sientes pena, porque te duele el corazón… y no te explicas porqué.

Porque a veces pasa que no tienes un motivo aparente para sentirte mal, y alguien te dice que estás rara, y en silencio quieres responder que te sientes mal,  pero esbozas una falsa sonrisa y dices que no es nada, que estás bien, escondes las lágrimas que quieres soltar, finges que eres feliz.

Tratas de justificarte a ti misma lo que sientes recordando algunos episodios malos de tu vida, solo para seguir sintiéndote mal, solo para lamentarte el que te sientas así.
Y pasa que piensas y piensas, y sigues sintiéndote mal, sientes que la depresión te está ganando, pero necesitas sentirte así, necesitas seguir llorando, necesitas darte un momento para aliviar las penas guardadas en el corazón.

Porque pasa que somos humanos, pasa que a veces sin razón alguna nos sentimos mal, pasa que la depresión a veces nos tumba de un solo golpe, porque a veces pasa que no necesitas que te rompan el corazón para llorar, porque necesitas terminar con las penas almacenadas en tu interior.Pasa que a veces necesitas llorar tus penas en más de una ocasión, porque a veces las almacenas en el corazón y cuando se acumulan sabes que necesitas llorarlas tan igual que cuando te rompieron el corazón, porque así pasa, porque así se alivian.
Y pasa que a veces tienes que llorar, gritar y sentirte mal, porque pasa, a veces pasa… a mí me pasa. 

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LA RABIA Y EL DOLOR SOLO EL TIEMPO LO CURA


La vida se nos presenta de formas inexplicables.Un día todo está bien y al otro día despiertas y sientes que el mundo se te vino abajo.

Yo aprendí, después de tantas pérdidas y tanto dolor, que eso es normal, que la vida no la tenemos asegurada ni comprada con garantías como cuando compras algo en una tienda y viene con garantía de por vida.

La realidad es muy distinta. El dolor puede tocar tu puerta el día que menos lo esperas y te puede derrumbar en un segundo. Claro... uno puede decir que hay que estar atentos!, pero ¿quien está atento al dolor? ¿quién está pensando que te puede tocar a ti?
Un día nos toca y perdemos la cabeza, nos enfermamos y nos dejamos llevar por el dolor y las lágrimas. Hoy puedo decir que todo pasa... pero claro, el proceso es largo y muy duro. Y lo que te duele no es lo que pasará después, qué harás después, sino sobrellevar el "momento" en que estas sumergido en el dolor y en las lágrimas. Eso es lo que muchos no entienden... que mientras dura...el que tiene que vivir-lo y soportarlo es uno y no el amigo que solo quiere...(pobre... ) traerte un poco de ánimo y de esperanza. Solo que en esos "momentos" nada nos puede secar las lágrimas. Solo el tiempo... desgraciadamente, el tiempo, ese aliado positivo y a veces tremendamente negativo es el único que nos puede curar...

Que combinación terrible pueden resultar: el tiempo, el dolor, las lágrimas y la desesperanza!!!
Pero ¿qué otra opción nos da la vida? NINGUNA. Solo el tiempo tiene la respuesta ... y a nosotros, a los que nos está doliendo algo, no nos queda otra que ponernos de su lado y esperar... esperar que sanen las heridas. Y que un día podamos sonreír de nuevo, sin miedo, sin temor, sin ese horrible sentimiento de creer que no podemos más...

Por eso HOY me uno a la esperanza y al "TIEMPO"... y espero con ansias y a veces con la maldita "paciencia", que el tiempo lo cure todo.... Y que las risas vuelvan sin forzarlas, sin LOS INTENTOS desesperados por parecer ESTAR BIEN.


miércoles, 23 de enero de 2013

Levantarse


Prefiero ser una amargada que seguir con el antifaz.

Porque el mundo exige que seas de una determinada manera para que puedas encajar en él,pero llega un momento en que descubres que hace años que eres una pieza diferente y que por mucho que que te amoldes nunca encontrarás tu sitio en ese puzzle.


Si me hubiese caído de la bicicleta durante la infancia,se me hubiese desplazado una rótula y en consecuencia mi pierna estuviese rota ahora todo el mundo entendería perfectamente que no estoy bien y no puedo hacer muchas cosas.

Pero cuando lo que está roto es el alma todo se complica. Nadie entiende el porque y continuamente te fuerzan a hacer pequeñas cosas para las que tal vez no estas preparada.

Con la pierna rota no se te exigiría correr una maratón. Con el alma rota se te exige salir de casa y seguir como si nada.
Aunque pongas todo tu energía en hacerlo y llegar hasta el bar,siempre habrá alguien de lengua afilada para recriminarte por llegar tarde.
Es como recriminar al de la pierna rota por no hacer footing.

Y lo peor es dejarse llevar por esos comentarios y sentir culpa por no poder caminar.

Caer se cae en un instante,una mala palabra o un gesto feo acaban colmando el vaso y rebasando el límite de lo soportable.
Levantarse es otra cosa,y más cuando se siente no hay ninguna mano en la que apoyarte.
Es un trabajo arduo y requiere de una constancia y paciencia infinitas.

Pero sobre todo hay que dejar de sentirse débil. Dejar de escuchar esas voces que nos gritan “no puedes” y reconocer nuestra propia esencia.

Frecuentemente reiteradas personas me han aconsejado “que hay que echarle dos... a la vida”. Cada vez que escucho algo así siento que es exactamente lo que no estoy haciendo.
Y nada más lejos de la realidad... Si se nos llama supervivientes por algo será. Porque a lo mejor llegar hasta aquí nos cuesta un poquito más de esfuerzo que a los demás.

He crecido sola soportando bulling en el colegio,he sufrido malos tratos físicos y psíquicos,he sido abusada sexualmente y defraudada por cada persona en quien he confiado. Y sigo aquí.
Sin embargo cuando me embargan los miedos no valoro mi propia fortaleza y acabo escuchando la parte de mí que nada en la oscuridad.

Quizás mi parte luminosa sea también la más pequeñita y por tanto difícil de encontrar,pero esta ahí,existe.
Aunque a veces cueste dar con ella tarde o temprano aparece. El problema es que la siento efímera,como si pudiera desvanecerse de un momento a otro y eso me devuelve el temor de volver a caer.
Porque si viene la noche no distingo el camino y acabo de nuevo perdida.

El secreto de esa luz es que pertenece a mi alma. Alumbra tenuemente,como un candil pero para mí es más que suficiente. No necesito buscar grandes focos,tan sólo mantenerla.

Es por eso que esta vez no sólo me vuelvo a levantar,sino que voy a procurar con todas mis fuerzas mantenerla siempre encendida.

Hoy elijo ser yo,sin máscaras e irradiando luz.


http://antifazdelsilencio.blogspot.mx/2013/01/levantarse.html?spref=fb

martes, 22 de enero de 2013

CRECIENDO...


Por fin he cogido las riendas,por fin soy dueña de mí misma,por fin dejé el miedo escondido en algún sitio.
Y no sé cómo explicarlo.
Estoy relajada, no me agobio ante los problemas y sigo creciendo.
Hoy me levanté un poco melancólica.
No he dormido apenas aunque no sé por qué,pero tampoco me siento cansada.
Aquí delante de mi ordenador, he empezado a remover mis recuerdos,pero no los malos,sino los buenos,o los que tras el paso del tiempo se van transformando en buenos.
Aún recuerdo el pánico que sentí cuando escribí aquel primer email a RANA,y mi estómago todo revuelto cuando subía las escaleras para una primera cita con la persona que sería mi salvación.
Ahora no puedo más que sonreír ante aquellos recuerdos y ser consciente de todo lo que he ido creciendo.
Pero por primera vez he empezado a tener maravillosos recuerdos de mi infancia.
Hubo momentos felices que durante años quedaron sepultados bajo la sombra de los abusos,pero no todos son malos.
Me río al recordar cómo a mi manera me vengué en muchas ocasiones de mi hermano.
Llegó un momento en el que yo lloraba por todo.Sí era una auténtica llorona.
Recuerdo que mi hermano,muchas veces me pegaba ,como la gran mayoría de hermanos,y además solía retorcerme las muñecas y apretarme del cuello con fuerza hasta que de dolor me hincaba de rodillas y me hacía decir lo que él quería.
Tantas veces me lo hacía que mis padres intentaron que dejara de hacerlo ,como no,con violencia.
Pronto me dí cuenta que cuando yo decía que él me había pegado,acto seguido se llevaba un buen cachete de parte de mis padres.
Y sabiendo esto,las lágrimas de cocodrilo afloraban por doquier,y los cachetes a mi hermano también.
Luego lógicamente su venganza era peor pero sabía que después él volvería a recibir con lo cual ya no me dolía tanto.
No puedo parar de sonreír mientras escribo...
Pero recuerdo en especial una vez que recuerdo que el ambiente estaba bastante cargado en casa con discusiones y yo entré llorando.
Nadie dijo nada,y aunque no recuerdo quien fue, se fue a mi hermano y le dieron varios cachetazos.
Mi hermano no sabía por dónde le venían,cosa normal también y yo callada vi cómo le pegaban.
Cuando terminaron,recuerdo que les dije ,que él no me había hecho nada ,que solamente me había caído...Soy mala .
Supongo que en el fondo todos éramos víctimas.
Y cuando recuerdo esto ,pese a todo ,no puedo dejar de recordar las muchas trastadas que hicimos juntos,y de nuevo una gran sonrisa viene a mi  boca.
Recuerdo un día que nos fuimos a cazar ranas.Nos íbamos a un nacimiento de agua ,que estaba como a dos km de casa.
Pero ese día nos llevamos un cubo.
Volvimos con sesenta y cinco ranas a casa,y convencidos de hacer un estanque en nuestro jardín.
Excabamos un hoyo,y le pusimos plásticos para que no se filtrara el agua.Soltamos las sesenta y cinco ranas y todo felices nos metimos en casa.
Cuando volvimos a salir ,todas las ranas estaban dispersas por la terraza el jardín,y los gatos se las rifaban.
Aún así todo el barrio se rió con la trastada,y todos cazaban de nuevo para tirarlas por los desagües.
Nuestros padres no nos castigaron,(creo que fue la única vez ,jeje),aunque eso sí nos obligaron a devolverlas a su sitio.
Y tanta RANA en mi vida!
Me hace muchísima ilusión comenzar a recordar estas cosas,ver que no todo fue abuso,y que también aunque profundos ,ahí quedaron grabados esos recuerdos buenos.
Señal de que sigo creciendo...y que mi hermano está siendo perdonado por mi niña,esa que compartió estos recuerdos con él.
Y sinceramente,me siento bien,al ver que tras el perdón,viene esta calma.


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sábado, 19 de enero de 2013

Mi moustro a vuelto


Me siento rara extraña siento que me tambaleo y no tengo claro por que y me da miedo mi moustro ha vuelto para destrozar de un soplido todo lo que he construido y no puedo pararlo,una imagen viene una y otra vez a mi cabeza y el asco y sentimiento de suciedad me embarga de pies a la cabeza,quiero dejar de sentirlo pero no puedo,mi moustro me ataca una y otra vez y yo soy incapaz de defenderme y mucho menos enfrentarme,me quedo hay estancada como durante los Abusos,miedo,asco, vergüenza,impotencia y rabia,porque yo,porque a mi me toco tanto dolor,tanto sufrimiento y por mas que intento entenderlo no lo logro.

Me duele y me entristece tremendamente ser cociente de la dura realidad de mi infancia y juventud y mas todavía aceptar y vivir sabiendo que quien me ha echo tanto daño son las personas que deberían haberme cuidado y protegido y sin embargo me robaron mi inocencia y me hicieron cómplice culpable de un juego vil y cruel del que todavía estoy pagando las consecuencias de esos echos, flash,pesadillas sentimientos y creencias dañinas para y sobre mi y por las que inconsciente o concienzudamente no lo se, me sigo castigando y heridas las cuales todavía sangran,duelen y escuecen,heridas que no terminan de cicatrizar y que mi moustro abre una y otra vez cada vez que me ataca y hoy dudo de mi de lo que siento pienso y no se si hago bien o mal rompiendo el silencio y intentando curarme.Me duele el alma y el corazón cada vez que el moustro vuelve a mi vida y tambalean todos mis cimientos y estoy tremendamente triste dolida,agobiada y descolocada,el asco me embarga acompañado de una culpa y vergüenza por todo lo que hice y hago por sobrevivir.................Soy un moustro detestable que no merece vivir,siento asco de mi y de lo que hice....

ANONIMO



CRONICAS POR LA MUERTE DE MI PADRE




Lo primero que sentí fue un vacío en el estómago. “Hambre”, pensé. Sin duda era la hora de un café. Barajé la posibilidad de llamar a una de las hermanas de mi Madrina, con la que siempre he tenido mas confianza. Consideré que ella si debería saberlo y contárselo a su hermana, aunque sólo fuera para que en el futuro no me dijeran que no las había avisado. Cuando alguien muere es de buena educación notificar a los conocidos del fallecido, por si quieren presentar sus respetos. Yo no tenía ninguna intención de hacerlo, ni creía que alguno de mis Padrinos quisiera hacer un viaje de cientos de kilómetros para ello, pero nunca se sabe. A veces te llevas sorpresas y ella -mas bien su hermana- tal vez quisiera tener un gesto de algún tipo, porque a mí sin duda la noticia no me había afectado en absoluto.


Hacía siete años que no quería saber nada de él, que le colgaba el teléfono y que me importaba un comino si estaba vivo o muerto. Y que la hermana de un vecino de mis padres me avisara de su muerte no iba a cambiar mis planes. Así que me calenté un café y me senté a saborearlo mientras esperaba a mi pareja que había salido a hacer la compra semanal. Fue entonces cuando mi Monstruo empezó a hacer preguntas sin contar conmigo.

Al principio las ignoré. Me decía a mí misma que me daba igual, que él había muerto hacía mucho para mí, que no me importaba lo que le ocurriese. Y de hecho la primera hora la llevé muy bien hasta que hablé con la hermana de mi madrina. Me empezó a hacer las mismas preguntas que me hacía mi Monstruo dentro de mi cabeza. Que si iba a ir al tanatorio, que si acudiría al cementerio, que si asistiría al funeral. Y a mi Madrina Menor le confesé lo que a mi Monstruo le había negado: que no tenía muy claro cómo debía actuar.

Le pregunté su opinión a cerca de qué hacer en caso de que no me avisasen de manera “oficial”, porque al fin y al cabo, yo me había enterado por un vecino que vio la esquela. Aunque yo casi había tomado la decisión de no hacer nada. Porque ocho años antes, en la comunión de mi hijo, mi madre y mi hermana se presentaron sin ser invitadas, y si les reproché el gesto de presentarse sin invitación, pensaba que debía comportarme acorde con lo que criticaba y no presentarme de ninguna manera si no se me avisaba previamente. Me dio la razón: “Uno no va a los sitios donde no se le invita” me dijo. Ella me recomendó esperar a que alguien de mi familia se pusiera en contacto. “Si lo hacen, acude sólo al cementerio. Es un lugar que invita al silencio, la ceremonia suele ser mas corta, puede haber mas personas que están por otros motivos y allí no se atreverán a montarte un “numerito” si apareces. Sería distinto si te presentases en el tanatorio o en la iglesia, allí si es posible que den rienda suelta a los reproches.”

Había imaginado su muerte en numerosas ocasiones. Y había intentado pensar en cómo actuaría cuando llegara el caso. Y siempre imaginaba -si acudía- que habría enfrentamiento, confrontación. Reproches de mi hermana, llantos de mi madre, e intentos de conciliación por parte de mi hermano mayor. Pero nunca me imaginé dando la cara y hablando claramente de lo ocurrido en mi infancia. En aquella época yo aún estaba en los inicios de mi rehabilitación y no reconocía que todas mis secuelas son producto de los abusos. Ni siquiera sabía distinguir qué eran secuelas y qué no, todavía pensaba que yo era así de “rarita”. En aquellos momentos yo no era consciente de los daños. Y sin duda hubiera soportado la bronca de mi hermana con la cabeza gacha y me hubiese ahogado en excusas banales.

Tal vez me hubiese atrevido a reprocharles, por ejemplo, el último gesto que tuvieron en la Primera Comunión de mi hijo, les habría dado motivos mas que suficientes para eliminarlos de mi vida por mil tonterías mas pero creo que jamás me hubiese atrevido a sacar los abusos sexuales de mi padre, entre otras cosas porque realmente todavía no pensaba que tuviesen relación con el conflicto familiar a pesar de que es sobre lo que ha girado todo.

Pero sé que su respuesta me hubiera hundido. Posiblemente me hubieran vuelto a recordar que nunca los he querido a pesar de sus esfuerzos por darme lo mejor incluso sacrificándose y permitiendo que yo me criase con otra familia porque creían que sería lo mejor para mí, otra familia que para ellos resultarían ser unos acaparadores que se aprovecharon de su superioridad económica e intentaron robarles a mis padres su bien mas preciado. Sé que hubiera regresado a casa con la certeza de ser la mujer mas desagradecida de la tierra. Pero sé que a pesar de ello, me hubiese mantenido firme en mi negativa a que volvieran a mantener una relación aparentemente cordial conmigo. Porque de algún modo, en la época en que murió mi padre yo ya tenía muy claro que era mala, que todo el mundo me odiaba, pero que de alguna manera eso me hacía ser mas feliz. Es como si hubiese descubierto que el “lado oscuro” era mi estado natural, y me identificaba con cualquier malvado personaje del cine o la literatura, porque yo no era una buena persona. Alguien a quien no le importa si su madre está enferma, si su hermana trabaja o si su hermano es padre, no puede ser digna de confianza. Una persona a la que no le importa la muerte de su padre es una persona sin alma, sin sentimientos, una egoísta sin escrúpulos.

Y como buena egoísta tenía establecido mi territorio particular en el que sólo entraban mi marido, mi hijo y para ciertos asuntos, mis Padrinos. Porque incluso a ellos los había apartado un poco de mí. Cada uno vivíamos nuestra vida sin intervenir en la de los otros, yo conocía de sus vidas o sabía de los logros de sus hijos (mis sobrinos postizos, de alguna manera) pero muy por encima. Porque veía reflejado en esos niños a los que vi crecer todo lo que yo no había conseguido por inútil, por ser indigna de las oportunidades que se me habían brindado en mi infancia.

Aquel día todos esos pensamientos volvieron al presente, y de nuevo volví a imaginarme ante mi familia sintiéndome degradada y egoísta por pensar sólo en mi bienestar. Mantuve una larga conversación con mi Monstruo y le di la razón en todo, pero lejos de hacerme sentir hundida, me comparé con los grandes malvados de la historia que se regodean con el dolor de los demás, disfrutan sabiendo el mal que causan y pasan su vida engañando a sus semejantes para sacar un beneficio. Y como esos malvados, me puse la careta del duelo. Porque tras la llamada a mi Madrina Menor y a mi marido para darles la noticia de la muerte de mi padre, empezaron las llamadas de condolencia.

Me llamaron algunas compañeras del trabajo, y algún miembro de mi familia política. Y enseguida me di cuenta de lo que podía ocurrir si me quedaba sentada sin hacer nada, así que mi siguiente llamada fue a la madre de mi pareja, para que avisara a toda su familia que no fueran al tanatorio porque yo no estaría allí. No quería que conocieran a mi madre y a mi hermana y que les preguntaran por mí. Quién sabe lo que les habrían dicho. Vivo en una localidad pequeña y es muy tradicional este tipo de gestos de parte de los parientes, que aunque ninguno conociera a mi familia era muy probable que fueran a darme el pésame. Y de nuevo la sensación de ser perversa y de que todo el mundo se iba a dar cuenta de ello cobró fuerza. ¿Cómo no voy a ir al sepelio de mi padre? Sin duda alguno se lo habrá preguntado. Incluso días mas tarde, recuerdo encontrarme con un conocido que al saber la noticia se puso frente a mí y me dio un sentido abrazo dándome sus condolencias. Fui una actriz excelente, le agradecí el gesto mientras por dentro mi Monstruo me aplaudía por la bajeza moral de fingir una pena que no existía.

El resto de mis Padrinos Menores también me llamó. Todos me preguntaron si iría a los funerales y todos me recomendaron que me dirigiera a una iglesia a rezar una oración íntima por mi padre, ya que todos coincidían en lo sensato de no acudir junto a mi familia biológica. Nunca lo hice, no sentí jamás la necesidad pero no se lo dije, prefería no desvelar mi mala conducta ante nadie.

La única llamada que realmente me llegó al alma fue la de mi Madrina: “Hola cielo, mi hermana me ha dado la noticia. Como comprenderás no siento ninguna pena por su muerte. Fue un autentico cabrón que le hizo la vida imposible a todo el que le conoció. Sólo espero que tú estés bien” Me rompí. Lloré como hacía mucho que no lloraba, porque agradecí sus palabras inmensamente. Es la única persona que ha conseguido reflejar perfectamente lo que yo sentía. Recuerdo que en ese momento llegó mi marido y me abracé a él entregada al llanto. Nunca he llorado su muerte, ni siquiera en aquel momento. Lloré porque me sentí comprendida por la única persona que ha dado la cara por mí en mi infancia. Porque por fin alguien entendía que yo no sintiera la muerte de mi padre.

Le enterraron al día siguiente a media mañana y en un impulso decidí acudir al cementerio horas mas tarde, cuando sabía que no habría nadie junto a su tumba. Sólo había unas flores. Me quedé mirando al vacío a través de la piedra, del suelo, de los nichos. Lo intenté. Intenté pronunciar unas palabras, sentir algo, llorar, gritar o reírme. Intenté sacar algo de dentro y sólo encontré el vacío. Un vacío negro y frío como el espacio exterior. Pasados unos minutos me di cuenta de la inutilidad del gesto. Fui allí pensando que podría por fin dar descanso a mi alma con la certeza de su muerte, como si con ella se llevara todos los fantasmas del pasado y lo único que pude hacer, cuando ya había iniciado mis pasos hacia la salida, fue retroceder en dirección a su tumba, arrancar una flor y estrujarla entre mis dedos, transformando mi mano en un puño. Por unas décimas de segundo tuve el impulso de tomar todo el ramo y destrozarlo allí mismo. Me contuve porque imaginé cámaras de seguridad para velar la profanación de los nichos, pero con gusto lo hubiera hecho en ese momento. Esa noche, tras varios años de tranquilidad, volvieron las pesadillas.

Desde el momento en que nació mi hijo, mi sueño se había vuelto pesado, profundo, imperturbable. Y de las noches en vela, las pesadillas o las drogas para dormir de mis Años Oscuros había pasado, con su nacimiento, a un estado de hibernación donde sólo me dedicaba prácticamente a cuidar del bebé y a dormir. Y con los años apenas me sentía mucho mas viva. Con la excusa del Peke, me negué a trabajar fuera de casa, cuando en realidad creo que es cuando desarrollé mi agorafobia y mi fobia social. Y me encerré en mi misma. Pasé del descontrol mas absoluto a encerrarme en casa sin salir, sin beber, sin drogas…

Y fue como si en los años de hibernación hubiera asumido todas mi secuelas como algo inevitable. Había conseguido eliminar algunas de las consecuencias de los abusos como era revivirlos con relaciones destructivas, el abuso de drogas, alcohol y sexo con desconocidos o las conductas autodestructivas. Pero mantuve e intensifiqué otras, como la culpa, la vergüenza, la falta de autoestima, la sensación de no valer absolutamente nada, de ser mala, la tristeza, el miedo… Y además añadí una autoimagen de persona mala, sin moral, egoísta, oportunista y materialista. Que no es un ejemplo para nadie porque no quiere saber nada de aquellos que le dieron la vida. Reprimía recuerdos y apenas había retrospecciones, así que la idea de que los abusos y mi forma de ser no tenían ninguna relación era absoluta y lógica.

Pero el día en que él murió la urna de seguridad en la que estaba encerrada saltó por los aires. Ya estaba quebrada. Años antes, cuando había cerrado la puerta a mi familia biológica y coincidiendo con mi primera toma de contacto en el tema ASI al leer un reportaje en el complemento semanal de un periódico, ya había empezado a tomar tímida conciencia de lo que eran los Abusos Sexuales Infantiles, y empezaba a sospechar que lo que a mí me había ocurrido se llamaba concretamente incesto. Pero a pesar de reconocerme en muchas de las secuelas, aún no había hecho la conexión lógica que se debería hacer. Aún no tenía asumido que si me siento sucia es por los abusos de mi padre, que si odio el yogurt líquido es por el recuerdo implícito que me evoca. Es como estudiar en el colegio un idioma, conoces la teoría, el vocabulario, pero hasta que no lo hablas con soltura, hasta que no “piensas” en ese idioma no lo comprendes en realidad. Su muerte dio inicio a esas conexiones.

Tal vez fue la coincidencia en el tiempo de diversas variables. Porque a su muerte se unió el hecho de poner en casa una conexión a internet por esas mismas fechas que me abrió la ventana al mundo exterior de nuevo, pero desde la seguridad de mi casa, y donde por fin podía empezar a recopilar de manera mas constante información relativa a mi pasado incestuoso. Y como ya me empezaba a familiarizar con mi pequeño ordenador personal volví a escribir. Saqué mis diarios y empecé una labor casi obsesiva por reescribirlos y trasladar al ordenador todos mis viejos pensamientos. Fue cuando se empezó a gestar en mi cabeza escribir un libro. Para mí fue como si por fin pudiera archivar mi mente en carpetas digitales con cierto orden en mis ideas. Algo con lo que siempre he estado obsesionada.

Pero junto a todos esos avances en utilizar herramientas que me ayudaran a descubrir qué era lo que pasaba dentro de mi cabeza, también volvieron los recuerdos, las pesadillas, las retrospecciones. Pero esta vez, lejos de hundirme, me han dado motivos para moverme, para avanzar, para rehabilitarme de manera activa. Si considero que mi rehabilitación se inició en el 2002 con un artículo en un dominical, la parte mas activa de esa rehabilitación se inició con el fallecimiento de mi padre.

Porque me dolió mucho no haber reunido jamás el valor de enfrentarme a él. Me sentí una cobarde, una “cualidad” negativa mas que añadir a mi lista. Pero algo había cambiado en mí. En lugar de asumir ese nuevo sentimiento como todos los demás, lo sentí como una ofensa. Como si no estuviera dispuesta a asumir que era asustadiza, que no tenía valor. A veces creo que ese insulto por parte de mi Monstruo fue la gota que colmó el vaso, porque no me sentí dispuesta a admitirlo sin mas ¿Cobarde yo? ¡De eso nada! Puedo ser lo que sea: mala, inculta, fea, egoísta, injusta, sucia, culpable, estúpida, inútil, un estorbo… pero ¿cobarde? No, los malos de mi imaginación eran de todo menos cobardes. Recuerdo pasar días enteros muy enfadada conmigo misma por considerarme cobarde. Lloraba de rabia por los rincones, y discutía con todo el mundo. Fueron semanas en las que estuve insociable.

Mi marido siempre me ha tratado de manera muy paternal. Siempre cuidando de mí, siempre protegiéndome. A veces se excede en su cometido y me corrige en público cuando digo algo inconveniente o elevo la voz (cuando estoy nerviosa subo el volumen, no puedo evitarlo) y que me regañe en público es una costumbre que nunca me ha gustado. Una tarde que nos reunimos con unos amigos, volvió a llamarme la atención discretamente por decir una palabrota. Él no tiene costumbre de decir improperios. Cuando llegué a casa, hervía de ira. Le increpé muy enfadada que me importaba un pimiento si no le gustaba mi manera de hablar, pero que ni yo tenía doce años, ni él era mi padre para llamarme la atención delante de nadie. Quedó sorprendido y me pidió perdón. Creo que en esa época empecé a imponer mi criterio con mas seguridad, a creer mas en mí misma, a dar mi opinión sin el miedo implícito a ser tachada de ignorante o inepta. Mi compañera de trabajo me dice que tengo muy “mala hostia”, y alguna persona mas me lo ha confirmado últimamente. Creo que, sorprendentemente para mí, tengo mucho mas carácter del que pensaba pero nunca hasta ahora me había atrevido a mostrarlo por miedo.

Normalmente los grandes cambios se ven cuando son completos, cuando están terminados. Y ahora, después de casi cuatro años creo que puedo observar que su muerte, lejos del dolor, lo que me inspiró fue rabia porque murió sin poder enfrentarlo, ira por los años perdidos por su culpa, cólera por tratarme como a un objeto sexual, y coraje. Sobre todo coraje. El coraje suficiente para empezar a cambiar las cosas que estaban mal en mi vida, para abrir la ventana y tirar por fin de una vez, todas las cosas que estorbaban, que hacían daño al golpearlas en la oscuridad. Casi un año después de su muerte fue la primera vez que tuve el valor de escribir sobre mis abusos fuera de mis propios diarios en el blog de Miguel Adame, me registré en el FOROGAM, abrí mi propio blog del que todos sois testigos… En una palabra, volví al mundo, y creo que esta vez para quedarme.

Pero ahora, con el paso del tiempo y mi trabajo de rehabilitación activa, por fin puedo añadir un triunfo mas, un detalle que por la importancia que tiene para mí quiero destacar: No sé si alguna vez quise a mi padre. Hay días en que creo que sí, hay días en que creo que nunca lo amé. No hace mucho me di cuenta que yo le buscaba durante mis abusos para intentar arrancar de su persona algo de humanidad, no sé si porque le apreciaba o porque es lo que el ser humano busca siempre entre sus semejantes. Pero por encima de todo, acaparando mi vida como una sombra siniestra siempre estuvo el miedo. No sé si le amaba, pero le tenía miedo, mucho miedo. E incluso muerto creía que mi padre me iba a seguir torturando tanto como lo hizo en vida, que su fantasma me perseguiría siempre. Parte de mi recuperación consistió, por recomendación del Psicólogo, en escribir una carta y leerla ante su tumba. Resultado: por primera vez en 46 años, puedo decir: “no tengo miedo de mi padre”. Y creo que su muerte y mi rabia fueron el pistoletazo de salida para mi sanación real.


“No os espante la muerte; o extermina o transforma vuestra existencia”
Lucio Anneo Séneca (4 a.C. – 65 d.C.) Filósofo, político, orador y escritor romano

Némesis


martes, 15 de enero de 2013

VIDA es igual a PROBLEMAS ?


Muchas veces nos desesperamos por la cantidad de problemas que tenemos que afrontar diariamente: en el trabajo, en la casa, en cualquier otro lado. Parecería que fuéramos de problema en problema; no terminamos de salir de uno cuando ya aparece otro.
En esos momentos solemos decir: “¡Que feliz sería si no tuviera tantos problemas!” Sin embargo, este es un enfoque equivocado. Mientras vivamos, la vida nos presentará inevitablemente problemas para resolver, y el hecho de ser feliz no está relacionado con la existencia o no de problemas, sino con la manera en que los enfrentas.
Piensa un poco en qué es una situación problemática. Se dice que tenemos un problema cuando algo no se produce de la manera que nos gustaría. No ganamos lo que nos gustaría, los hijos no se portan como nos gustaría, o simplemente el tránsito no avanza tan rápidamente cómo nos gustaría. ¿Sería posible que todo ocurriera de la manera en que a ti te viene bien? Obviamente que no, aunque más no fuera por la razón de que muchas veces lo que es el beneficio de uno es el perjuicio del otro.
Entonces vemos que los problemas son una parte ineludible de la vida. Si queremos vivir, tenemos que enfrentar problemas. Pero no debes verlo como un mal irremediable, sino como una oportunidad para superarte. Cada problema es una oportunidad para ejercer tu razonamiento, que es la manera de crecer.
Ejercer tu razonamiento con un problema no significa necesariamente tener que resolverlo. Tal vez lo que debas hacer es ignorarlo. Con cada problema que se te presenta, tienes las dos opciones: resolverlo o ignorarlo. Existen distintos tipos de problemas, y a menudo se presentan varios simultáneamente. Sería una cuestión sin sentido, tratar de resolver todos sin que falte uno.
Cuando tenemos que enfrentar varios problemas al mismo tiempo, lo primero que tenemos que hacer es jerarquizar los mismos. Habrá algunos más importantes y otros que lo son menos. Tus recursos no son ilimitados, y es probable que al tratar de solucionar los menos importantes, comprometas la solución de los más urgentes. Entonces sería una decisión sabia ignorar aquellos problemas que en el momento no te son tan importantes.
Una vez establecida una jerarquía de problemas y determinado cuáles vamos a tratar de resolver y cuáles vamos a dejar para más adelante o para nunca, no nos queda otra alternativa que comenzar a tratar de resolverlos. Es en este momento cuando realmente está en juego la posibilidad de ser feliz; la diferencia entre ser feliz o no, radica en la actitud con que afrontas tus problemas.
Hay tres actitudes con las que puedes encarar la resolución de tus problemas: “Soy incapaz de solucionar nada”, “Nada es demasiado difícil para mí” y “Algunas cosas podré resolver y otras no”. La última opción es la única que te puede ayudar a tener más felicidad en tu vida.
Si desde el comienzo supones que eres incapaz de resolver cualquier problema que se te presente, estarás constantemente dependiendo de alguna otra persona para poder vivir. Llevar una vida dependiente no es la manera de vivir feliz. Para poder serlo debes tratar de ser tan autónomo como te sea posible, dentro de los limites que implica seguir siendo un ser humano. Vivir encadenado a los otros para que te solucionen tus problemas, es condenarte a la infelicidad.
Si partes de la base de que no hay nada que esté más allá de tus posibilidades, también vas camino a la infelicidad, sencillamente porque esa afirmación no es cierta. No existe ningún ser humano todopoderoso, todos tenemos nuestras limitaciones. Si piensas que todo lo puedes, estás equivocado, y en algún momento la realidad se encargará de demostrártelo. Cuando ello ocurra, el golpe puede ser muy fuerte y ciertamente no serás una persona feliz.
Si tienes una apreciación realista de tus posibilidades y reconoces que algunas cosas podrás resolver y otras no, estás mucho mejor preparado para ser feliz. Es importante darse cuenta de que hay hechos que escapan a nuestra decisión y que, por más buena intención que pongamos, no lograremos cambiarlos. Esto no significa que dejes de hacer todo lo que puedas, si no para solucionar, al menos para tratar de mejorar en lo que se pueda la situación.
Siempre tenemos que ponderar hasta donde llegan nuestras posibilidades, y tratar de llegar hasta el límite de las mismas, pero no pretender ir más allá. Si eternamente estás tratando de hacer lo que no puedes, eternamente serás infeliz.
Para que los problemas no te impidan tener toda la felicidad que puedas en tu vida, debes tener fe en tu capacidad para resolverlos, pero tampoco creerte omnipotente. Debes alegrarte por los que has podido resolver y no amargarte por aquellos que quedaron sin solución, descansando siempre en la tranquilidad que te da el saber que has hecho todo lo que has podido

http://uxia-luz-de-esperanza.blogspot.mx/2013/01/vidaproblemas_3770.html?spref=fb

domingo, 6 de enero de 2013

FRAGMENTOS DE “EL MITO DE LA CORDURA”. MARTHA STOUT

A muchos de nosotros nos resulta difícil, y algunas veces imposible, permanecer en una sola “modalidad”, ser constantes y reconocibles, incluso para nosotros mismos. Uno de los ejemplos más comunes de esta experiencia es el que consiste en retornar a “casa”, a la casa de nuestros padres. Después de una visita familiar, lo que notamos con más frecuente, ya sea que lo guardemos en secreto o que se lo comentemos a amigos, es: “me vuelvo una persona diferente. No puedo hacer nada al respecto. Sencillamente no puedo. De pronto vuelvo a tener trece años.” Somos ya adultos y quizás nos creamos muy sofisticados. Entendemos cómo deberíamos actuar, qué tendríamos que decir a nuestros padres. Tenemos planes. Pero a la hora de implementarlos, no lo logramos porque de pronto en realidad dejamos de estar ahí, presentes. Niños necesitados y descontrolados se apoderan de nuestro cuerpo y pasan a actuar por nosotros. Hasta que abandonamos nuevamente nuestros "hogares", somos incapaces de ser nuestro “verdadero” Yo.
 
Tal vez lo peor de todo, a medida que pasa el tiempo, es que a veces sentimos que nos estamos volviendo insensibles, que hemos perdido algo, cierta vitalidad que solía estar ahí. Al casi mencionar esto a los demás, notamos cómo aumenta nuestra nostalgia por nosotros mismos. Tratamos de recordar la exuberancia, o inclusive la alegría que solíamos sentir. Pero que ahora no podemos hacerlo. Misteriosamente, y antes que podamos entender qué fue lo que nos ocurrió, nuestra vida deja de estar llena de imaginación y de esperanza, y se convierte en listas de cosas pendientes que cada día intentamos terminar. A menudo sólo somos capaces de percibir un largo camino detallado de obstáculos que conducen a algún lugar al que no estamos tan seguros de querer llegar. En vez de tener sueños, nos protegemos apenas a nosotros mismos. Derrochamos nuestra breve y preciada fuerza vital en el intento por controlar daños.
 
Y todo eso debido a experiencias traumáticas que tuvieron lugar y acabaron hace mucho tiempo, y que, en la actualidad, han dejado de representar un peligro real. ¿Cuál es el proceso que nos lleva eso? ¿Cómo puede ser que los sucesos aterradores de la infancia y la adolescencia que deberían haber terminado años atrás se las ingenien para enloquecernos y alienarnos de nosotros mismos en el presente?
 
Paradójicamente, la respuesta yace en una función mental perfectamente normal que se denomina disociación, una reacción común a todos los seres humanos cuando se ven enfrentados al miedo y al dolor extremo. En situaciones traumáticas, la disociación nos permite separar el contenido emocional –aquella parte de “nosotros mismos” que siente- de nuestra consciencia presente. Al desconectarnos así de nuestros sentimientos, tenemos mayores posibilidades de sobrevivir a la situación traumática, de hacer lo que debemos y de sobrellevar un momento crítico en el cual, de lo contrario, nuestras emociones obstaculizarían el camino. La disociación permite que una persona observe el evento traumático casi como si fuera un espectador, y esa exclusión de la emoción fuera del pensamiento y de la acción –la perspectiva del espectador– bien puede ayudarnos a no sentirnos profundamente abrumados profundamente en el momento en cuestión.
 
Por lo general, nuestro modo de expresar una reacción disociativa moderada –después de un choque automovilístico, por ejemplo– sería decir “sentí como si estuviera observándome a mi mismo mientras me sucedía. Ni siquiera estaba asustado/a”.
 
La disociación durante el trauma puede adoptar diversas formas; es una función de supervivencia. El problema surge más tarde, mucho después de que el acto haya acabado, puesto que la tendencia a desconectarnos de la realidad permanece intacta. Nuestros miedos del pasado nos entrenan a ser disociativos, a sentirnos seguros y tomar vacaciones psicológicas fuera de la realidad cuando ésta nos aterra o nos duele demasiado. Pero luego, esas vacaciones mentales pueden acecharnos en momentos en que no las necesitamos, o cuando no deseamos admitir su presencia ni reconocerlas. Sin razón aparente, huímos de nosotros mismos, del mismo modo en que se escabullen de sí mismos nuestros seres queridos, y estas ausencias psicológicas ocultas provocan caos en nuestras vidas y en nuestras relaciones interpersonales. [...]
 
[E]l trauma genera cambios en el cerebro...[E]l cerebro psicológicamente traumatizado alberga excentricidades inescrutables que lo hacen sobreactuar –o desvariar, para ser más precisos– frente a las realidades de la vida actual. Estos desvaríos neurológicos tienen lugar porque el trauma influye profundamente en la secreción de neurohormonas que reaccionan ante al estrés, tales como la norepinefrina. Dichas hormonas, por tanto, producen a su vez un efecto sobre varias zonas del cerebro relacionadas con la memoria, en especial la amígdala y el hipocampo.
 
La amígdala recibe información de los cinco sentidos a través del tálamo. Le añade un significado emocional y la retransmiten al hipocampo. Según cuán importante sea información, establecida por la amígdala durante su “evaluación”, el hipocampo se activa en mayor o menor grado para organizar la nueva información recibida y la integra a los datos ya existentes y relacionados con eventos sensoriales similares. En condiciones normales, el sistema consolida los recuerdos de manera eficiente, agrupándolos según la prioridad emocional que les atribuya. Sin embargo, un estímulo hormonal extremo (por ejemplo, en una situación traumática), da lugar a un colapso nervioso. Cuando el significado emocional registrado por la amígdala es abrumador, el hipocampo no se activa lo suficiente, lo cual hace que no organice de manera útil una parte del influjo traumático, ni lo integre a otros recuerdos. Por consiguiente, ciertos aspectos del recuerdo traumático son almacenados no como parte de un todo, sino como imágenes sensoriales y sensaciones corpóreas aisladas sin ningún referente temporal o espacial, y separadas de eventos.
 
A esto puede sumarse el hecho de que, cuando una persona se ve expuesta a un trauma, el área de Broca -la región del hemisferio izquierdo que procesa la experiencia y la traduce mediante el lenguaje- puede verse totalmente inhibida; Esto genera graves problemas, ya que es así como solemos compartimos nuestras experiencias con los demás, e incluso con nosotros mismos. [...]
Los recuerdos normales se forman gracias a un influjo adecuado de información hacia el hipocampo y la corteza cerebral. Están integrados como un todo y su significado puede verse modificado tanto por experiencias posteriores como por el lenguaje. En contraste, los recuerdos traumáticos incluyen fragmentos caóticos, ocultos lejos de las experiencias subsiguientes. Semejantes fragmentos de recuerdos no tienen asignadas palabras ni lugares, y son eternos. Incluso mucho después de que el trauma original haya sido relegado al pasado, es posible que los registros cerebrales consistan únicamente en fragmentos aislados y anónimos de emoción, imágenes y sensaciones que para el individuo suenan como una alarma descompuesta.
 
Peor aún, en un futuro, bajo circunstancias similares al trauma original –o tal vez sólo impactantes, cargadas de ansiedad o emocionalmente estimulantes–, se tendrá un acceso más fácil a los fragmentos de recuerdos relacionados con las amígdalas que a los recuerdos más completos que han sido integrados y modificados por el hipocampo y la corteza cerebral. A pesar de que estos últimos recuerdos, más unificados y mejor actualizados, serían más pertinentes en el presente, son los recuerdos de las amígdalas los que están más disponibles, y por ende, la persona “recuerda” el trauma en momentos inapropiados, cuando el peligro existente no deberia alcanzar para que se active semejante alarma. Incluso bajo condiciones de estrés casi insignificante, la persona traumatizada podría sentir que el peligro es inminente, con lo cual en ese momento será asaltada fuertemente por las emociones y sensaciones corporales, e incluso por las imágenes, sonidos y olores que acompañaron otrora a la gran amenaza.
 
Por lo general, únicamente aquéllos que sufrieron las historias traumáticas más agonizantes se sienten impulsados a descubrir y tal vez a modificar sus ausencias con respecto al presente. Sólo las adicciones, las depresiones mayores, los intentos de suicidio y la ruina psicológica total, frutos de los trastornos por trauma más graves, pueden constituir en algunos casos una motivación suficiente para atreverse a someterse a un nuevo modo de percibir la vida y a cambiar constantemente. Debido al modo en que se organizan nuestras conexiones neurológicas, confrontar los traumas del pasado requiere que uno vuelva a soportar mentalmente todo el terror, con su intensidad original, lo cual da la sensación de que la peor pesadilla se vuelve realidad y que el horror regresa. Debemos ignorar todas las advertencias autoritarias que nos envía el cerebro para evitar que permanezcamos presentes mientras recordamos las emociones dolorosas, y en casos en que la persona ha tenido un pasado extremadamente traumático, este proceso es poco menos que un acto heroico. [...]
 
Todos los seres humanos somos capaces de disociarnos psicológicamente. No obstante, casi todos lo ignoramos, y consideramos que los episodios “extracorporales” se hallan lejos de los límites de nuestra experiencia normal. La realidad es que las experiencias disociativas le suceden a todo el mundo, y en su mayor parte se trata de eventos bastante ordinarios.
Tome por ejemplo el caso de un hombre totalmente ordinario que entra a una sala de cine absolutamente común y corriente a ver una película famosa. Está despierto, alerta y reconoce el espacio y la gente que lo rodea. Está consciente de que su esposa ha ido al cine con él y que, cuando se sientan en sus asientos, está a su derecha. También sabe que tiene un cono de palomitas de maíz en su regazo. Sabe que el título de la película que ha ido a ver es El Fugitivo, y que el protagonizta es el actor Harrison Ford. Mientras espera que empiece la película, es posible que se preocupe por algún problema que está teniendo en el trabajo.
 
Luego, se apagan lentamente las luces de la sala, y comienza la película. Veinticinco minutos más tarde, ya ha perdido todo contacto con la realidad. No solamente ha dejado de preocuparse por su trabajo, sino que ni siquiera se entera de que tiene trabajo. Si nos fuera posible leerle la mente, descubriríamos que tampoco cree que está sentado en el cine, aunque esa sea la verdad. Ya no puede oler las palomitas de maíz; algunas caen del cono que ahora deja volcarse un poco de lado, porque ha incluso olvidado sus manos. Su esposa ha desaparecido de su vista, aunque cualquier otro observador vería que sigue sentada unos centímetros a su derecha.
Y sin moverse de su asiento, este hombre corre, corre y corre. No con Harrison Ford, el actor, sino con el fugitivo de la película. Dicho de otro modo, corre con una persona que no existe ni en el mundo real de este hombre ni en el de nadie más. Sus latidos se aceleran mientras escapa de un tren descarrilado que tampoco existe.
 
Este hombre totalmente común está disociado de la realidad. En efecto, está experimentando un trance. Algunos catalogarán sus percepciones como manifestaciones psicóticas, excepto por el hecho de que una vez terminada la película, regresará casi instantáneamente a su estado mental habitual. Leerá los créditos en la pantalla. Notará que se le han caído algunas palomitas, aunque no recuerde cuándo ni cómo. Dirigirá la mirada hacia la derecha y hablará con su esposa. Y probablemente, le dirá que ha disfrutado la película, del mismo modo en que todos tendemos a disfrutar cualquier tipo de entretenimiento dentro del cual podemos perdemos. Pero en realidad, todo lo que ha ocurrido es que, por un rato, tomó la parte de él que se preocupa por los problemas en el trabajo y demás asuntos “reales”, y la separó de la parte imaginativa de su ser, para que esta última pudiera tomar el mando. Disoció una parte de su consciencia.
 
Al explicar la disociación de esta manera, la mayoría de las personas pueden notar que a menudo se escapan de modo similar, ya sea en una sala de cine, en el teatro, o cuando leen un libro u oyen un discurso, o inclusive cuando sueñan despiertas. Es ahí cuando el término “extracorporal" o la expresión "salirse del cuerpo” les sonará familiar. Dicho llanamente, bajo ciertas circunstancias, en un espectro que va de las distracciones placenteras o molestas hasta la fascinación por el miedo o hasta el dolor o al horror, un ser humano puede ausentarse psicológicamente de su experiencia directa. Somos capaces de desplazarnos hasta a otro lugar. La parte de la consciencia que concebimos como nuestro propio “Yo” puede desaparecer por unos momentos, horas tal vez, y bajo terribles circunstancias, durante muchos más tiempo. [...]
Los patrones fisiológicos y los principales resultados entre la distracción, el escape, la disociación y el trance son prácticamente idénticos, sin importar el método. Las diferencias entre ellos parecen resultar no tanto de la manera en que la consciencia se divide sino de cuán seguido y por cuánto tiempo nos vemos forzados a mantenernos divididos. [...]
Observe a unos niños jugar, y se dará cuenta que los niños son especialmente "talentosos" a la hora de disociarse. Con la intención de jugar, un niño es capaz de hacerse a un lado en un segundo, y de convertirse en alguien o en algo más, o en muchas cosas al mismo tiempo. La realidad es aún más plástica durante la niñez. Se pretende que los juegos son reales y maravillosos y absorbentes. Queda claro para cualquier observador atento que los niños normales se regocijan ante su habilidad superior para salirse de sur propio “ser” e ir a otro lugar o convertirse en otra cosa. La nieve no es fría. El cuerpo no está cansado, aun cuando está a punto de desmayarse.
 
Dado que los niños tienen tanta facilidad para disociarse incluso en condiciones normales, cuando se enfrentan a una situación traumática, les resulta muy simple dividir sus consciencias en diferentes fragmentos y, con frecuencia, durante períodos prolongados. Esconden así el Ser o lo echan a un lado. De más está decir que esta reacción es útil, necesaria e incluso positiva para un niño traumatizado. De hecho, el estado disociado, lejos de ser disfuncional o descabellado, tal vez le salve la vida. [...]
Esta estrategia de adaptación sólo se vuelve disfuncional más tarde, cuando el niño ha crecido y ya no está cerca del trauma original. Una vez que el trauma original deja de formar parte del presente, las reacciones disociadas prolongadas ya no son necesarias. Pero al ser sido aplicadas intensamente a lo largo de los años, esta estrategia protectora acaba por desarrollar una suerte de gatillo sensible. El adulto en quien se ha convertido el niño ahora manifiesta reacciones disociativas bajo niveles de estrés que probablemente no provoquen disociación en otra persona. [...]
 
En los orígenes de la especie humana, el recién nacido promedio tenía posiblemente las mismas probabilidades de sobrevivir que una tortuga marina recién nacida que se desplaza sobre la arena en una playa llena de gaviotas. Nuestro pasado lejano estpa repleto de hostilidad. Nuestros cuerpos y nuestros cerebros fueron forjados con el calor de llamas blancas, y todavía en nuestros tiempos, en vísperas de un nuevo milenio, seguimos siendo el producto de esos comienzos remotos.
 
Del mismo modo que las tortugas bebé, en el pasado tuvimos que concentrarnos seriamente en la tarea de sobrevivir. Pero a diferencia de las tortugas, nuestra evolución nos permitió convertirnos en criaturas complejas, cognitivamente astutas, capaces de formar representaciones mentales, conscientes de la posibilidad de padecer lesiones, dolor y muerte. Comprendíamos los peligros reales y muchos otros riesgos potenciales. Reflexionábamos, planeábamos, soñábamos, y sentíamos miedo. Por obvias razones, nuestros poderosos cerebros nos fueron de gran ayuda en el momento de tratar de sobrevivir a los peligros de nuestro planeta. Y por razones menos obvias, nuestros complejos cerebros también representaron una desventaja. A modo de analogía, imagine que una tortuga de pronto tomara consciencia de que, de un momento a otro, la gaviota puede aplastarle su pequeño caparazón y arrancarle la carne. ¿Qué sucedería si esta repentina toma de consciencia hiciera que el pequeño reptil quedara paralizado de terror en su ruta hacia el mar en lugar de seguir escapando despreocupadamente? Sería instantáneamente devorado, por supuesto. Nunca tendría la oportunidad de desovar sus propios huevos.
Por este motivo es que el razonamiento es tanto una bendición como una maldición en lo que concierne a la supervivencia. Incluso los animales, cuando perciben a un predador en las cercanías, reducen su campo perceptual y han demostrado tener una capacidad muy útil de analgesia frente a situaciones de ataque. Los seres humanos hemos logrado disminuir el efecto de la maldición de poseer una consciencia más avanzada mediante diversas capacidades disociativas sofisticadas que, con frecuencia, nos permiten actuar de manera eficaz bajo circunstancias aterradoras.[...]
 
Nuestra fuerza mental ante circunstancias petrificantes es normal. ¿Pero qué tan normales son las circunstancias desesperantes en sí? Al comienzo de un nuevo siglo, ¿qué tan frecuentes son, en realidad, los monstruos que acechan a los seres humanos? ¿Cuántos de ellos todavía están aquí, en la era tecnológica? He aquí la respuesta, aunque les advierto que no les sentará bien:
Hoy en día, con frecuencia los rostros de los monstruos son diferentes. Pero seguimos viviendo en un mundo que asalta la consciencia de todos los niños. El hecho de que por lo general no nos veamos como seres traumatizados forma parte de un tributo al espíritu humano.
El abuso infantil... no es sino un comienzo, aunque según el Comité Nacional para Prevenir el Abuso Infantil (National Committe to Prevent Child Abuse), cerca del cuarenta y siete por ciento de los niños estadounidenses son como víctimas del maltrato infantil, de acuerdo con los registros de nuestras distintas agencias de protección al menor. Según cifras más conervadoras, ya sea de casos reportados o no, el 38 por ciento de las niñas y el 16 por ciento de los niños son abusados sexualmente antes de cumplir los dieciocho años.
 
El hecho de que los niños presencien escenas violentas es una característica integral de nuestras vidas. Tan sólo en Estados Unidos, el presupuesto de gastos médicos generado por la violencia familiar alcanza entre tres y cinco mil millones de dólares al año. Fuera de casa –en un estudio de la Asociación Estadounidense de Psicología (American Psychological Association)– con niños en edades de primero y segundo grado de primaria en Washington, D.C., el 45 por ciento declaró haber presenciado robos, el 31 por ciento dijo haber presenciado tiroteos y el 39 por ciento afirmó haber visto cadáveres.
Pero en cifras mucho más elevadas que las de estas estadísticas se encuentran los niños totalmente ordinarios, provenientes de familias que no son violentas ni viven en el centro de la ciudad. Incluso los niños que no sufren abusos intencionales, o los que no están expuestos directamente a crímenes, presencian los arranques de furia y peleas entre sus padres dentro de sus hogares, y tienen acceso a la cobertura mediática de los crímenes más horrendos y de los eventos más sanguinarios. Concretamente, la lista de los eventos que atacan nuestra consciencia y que son presenciados incluso por los niños más protegidos es extremadamente extensa: accidentes graves, choques automovilísticos, la enfermedad y la muerte de seres queridos, el miedo hacia la burla de sus pares o la realidad de esta misma, procedimientos médicos petrificantes, batallas devastadoras por obtener la custodia, predicciones acerca de la extinción nuclear o de la destrucción ambiental, y lecciones macabras sobre cómo huir de ese “extraño” cuya llegada los padres temen constantemente.
Luego debemos reflexionar acerca de otras situaciones más graves, tal como, por empezar, la vulnerabilidad básica que representa el hecho de vivir en un cuerpo humano –el inevitable dolor corporal, y para algunos, la pérdida de algún miembro del cuerpo debido a la enfermedad, a un accidente o a trastornos genéticos. O, a modo de otro ejemplo, la lucha cotidiana de familias distribuidas por todo el mundo que temen por su bienestar emocional y físico debido a características inmutables tales como la raza o la etnia.
 
Vivimos dentro de cuerpos frágiles en un mundo hostil, especialmente duranta la infancia, y si nos detuviéramos para realizar el recuento de nuestras experiencias, descubriríamos que a pesar de que sólo algunos de nosotros hemos sido abusados, nadie está completamente exento, ni siquiera en plena era tecnológica.
Hasta ahora he hablado específicamente del trauma psicológico, y no del peligro o del daño en general. ¿Cómo definimos el trauma psicológico? ¿Qué clase de situaciones y eventos son traumáticos, en contraste con los que sólo son dolorosos o aterradores?
Una de las definiciones mayormente aceptadas y más útiles es la formulada por Alexander McFarlane y Giovanni De Girolamo, de la Universidad de Adelaida, Australia, y del Departamento de Salud Mental de Bologna, Italia, respectivamente. Al escribir acerca de la distribución y de los factores determinantes en las reacciones postraumáticas en distintas poblaciones humanas, McFarlane y De Girolano hacen notar que, en lugar de ser solamente aterrorizantes o dolorosas, las situaciones traumáticas son además “eventos que violan el modo en que solemos atribuir sentido a nuestras reacciones, estructurar lo que percibimos en el comportamiento ajeno, y crear un marco de trabajo para interactuar con el mundo en general. En parte, todo eso está determinado por nuestra habilidad para anticipar, protegernos y conocernos a nosotros mismos”.
 
En otras palabras, una persona que ha sobrevivido a un grave incendio en su vecindario puede sentirse perturbada pero no traumatizada, ya que la forma en que ve el mundo y a los demás no ha sido afectada, y porque se siente capaz de hacerles frente; y es igualmente posible que otra persona quede traumada a causa de un incendio al confudirlo con ideas sobre lo que puede sucederle, y porque el fuego la obliga a confrontarse a su propia impotencia.
Por definición, un evento traumático, ya sea objetivamente trágico o no, abre un pasillo en la mente que nos lleva a temer nuestra impotencia y la posibilidad de morir. Un factor de estrés traumático es abrumador no por ser necesariamente colosal -los observadores pueden no percibirlo como tal-, sino porque posee un cierto significado para la persona que lo vive.
Existe un conjunto extremadamente grande de personas que casi no poseen en su historial ejemplos de haber anticipado eventos, además de ser prácticamente incapaces de protegerse, y con apenas un conocimiento mínimo de sí mismas. Se trata de los niños, claro. Debido a su falta de experiencia en este mundo, los niños reciben traumas con mucha más frecuencia que nosotros, los adultos. Ciertas circunstancias que apenas logran generar una poco de ansiedad en los adultos pueden inspirar fácilmente un terror de vida o muerte en los niños, ya que todavía no han creado un “marco propio para interactuar con el mundo en general” que pueda serles útil. Este déficit pasajero es una de las connotaciones más fuertes y peligrosas detrás de la expresión: “inocencia infantil”. […]
Llegados a la adultez, son raras las veces en que podemos apreciar fuimos inocentes durante nuestra infancia. Una personita tiene que aprenderlo todo, literalmente: tengo diez dedos; el agua está mojada; mis juguetes caen hacia abajo y no hacia arriba. ¿Y qué es este planeta en el que he aterrizado, por cierto?
Una persona con tantas preguntas sin respuesta es tierna y receptiva como una flor por la mañana. También está a nuestra merced, y en peligro.
Como si eso no fuese lo suficientemente difícil para los jóvenes, las capacidades cognitivas inmaduras durante la temprana edad dificultan, y a menudo imposibilitan, la tarea de narrar en forma articulada lo sucedido durante el evento amenazador una vez que ya ha tenido lugar. Un niño pequeño no puede reflexionar y dar sentido a un episodio traumático, lo cual le permitiría relatarlo coherentemente a alguien que estaría en condiciones de ayudarlo a describir lo ocurrido con palabras y significado.